Un árbol para Abraham

El otro día me fui con una amiga a plantar unos árboles en su parcela.
Se dice que hay varias cosas que hay que hacer en la vida, escribir un libro (imagino que un blog es lo mismo) y plantar un árbol. Yo, de momento ya tengo hechas las dos cosas. Luego se nos ocurrió “apadrinar” los árbolillos. Cada amiga que asi lo desee, tendrá un árbol apadrinado. Algo así como una “unión espiritual” persona-árbol (una idea muy cursi y hippie todo hay que decirlo, jeje).
Yo ya apadriné el mío y el de Abraham (aquí están dos fotos; una del día de su plantación y otro de 7 días después), que crecerá junto con mis sueños y esperanzas


¿Y porque Abraham? Abraham es el nombre de “espera” que le tengo puesto a mi futuro hijo. No es que sea el nombre que le vaya a poner cuando llegue. Primero porque no se si será niño o niña y segundo porque, salvo excepciones, pienso mantener el nombre que tenga.
El nombre de Abraham surgió a partir de un sueño. Hace ya un par de años (antes incluso de empezar con todo el proceso) soñé con el día del encuentro. Y recuerdo tan claro como si lo hubiera soñado ayer, su nombre y su cara. Ya se que los sueños premonitorios no existen, que solo son un reflejo del subconsciente, que posiblemente mi hijo todavía no haya ni siquiera nacido, pero, hasta que llegue el momento de poder llamarle por su nombre, Abraham se llamará.
Así, que, Abraham, este blog es por ti y por todos los niños que esperan y desesperan en los orfanatos. Ojala todos encuentren a su familia para siempre.